Encuentro con un Balrog. Badwater Ultra Marathon 2013
Por Mark Steven Woolley
Los balrogs son criaturas desagradables y demoníacas
que habitan los más profundos abismos de la tierra. Se rodean de fuego y
oscuridad y vienen armados con látigos en llamas. Al final de la Primera Edad,
la mayoría de los balrogs fueron destruidos por los elfos en la War of Wrath, pero algunos permanecieron
escondidos en los hoyos más inaccesibles de la tierra. Se rumorea que uno de
ellos vive en el Valle de la Muerte,
y que el intenso calor que hace allí se debe a esa criatura y no a las
condiciones geográficas y climáticas. No es como la ciencia moderna nos ha
hecho creer, sino que se debe a un balrog enojado, su enconado odio e ira por
la muerte de sus hermanos libera enormes cantidades de fuego en el valle. La
única criatura que rivaliza con el balrog es el dragón, pero como todos
sabemos, los dragones son sólo un mito fantástico en las mentes de los seres
humanos y no existen.
Así nos encontramos de nuevo en el Badwater Ultra maratón, esa carrera que
comienza en Badwater y cruza el foso de fuego que se conoce por el nombre del Valle
de la Muerte. Este iba a ser mi segundo Badwater, después de haber terminado la
carrera en 2010, aunque con ciertas dificultades. Había perdido el conocimiento
por la intensa deshidratación y tuve que tomar un descanso forzoso en el
hospital de campaña de Stovepipe Wells. En el transcurso de algunas horas me recuperé,
me sentí mejor, volví y terminé, pero el arte de correr el valle quedaba viciado.
Mi intención al volver este año era perfeccionar este arte para correr la
carrera perfecta, pintar el bello arte del ultra-corredor pasando por el Valle
de la Muerte. El Valle es el lugar más caluroso de la Tierra y es este factor
por sí solo el que los corredores deben desafiar. Claro, Badwater es un largo
camino -135 millas o 217 kms para ser exactos- que cruza un par de collados de
montaña y termina por la larga ladera de la montaña más alta de los bajos EEUU,
con un desnivel acumulado de más de 4000M, pero para un ultra-corredor experimentado
estos factores realmente no representan nada fuera de lo común. No, la
verdadera cuestión en Badwater es el calor.
Pero si alguien piensa que esta increíble carrera la
protagoniza el corredor está muy equivocado. Badwater es todo un trabajo de
equipo: el equipo de apoyo. Para realizar la carrera necesitas un equipo de
personas que te siguen y atienden tus necesidades, pero lo más importante es
que en realidad te mantienen con vida en el más inhóspito de los lugares. El
calor es tan intenso que sin su ayuda te secarías como la hoja amarilla que
muere en otoño, y cae al suelo vacía, carente de toda humedad.
Así pues, ¡olé con el equipo de apoyo! Poco después
de recibir el correo electrónico de aceptación de Chris Kosman, publiqué un
anuncio en Facebook: BUSCO HOMBRES PARA
VIAJE PELIGROSO. SALARIOS PEQUEÑOS, CALOR INTENSO, LARGAS HORAS DE COMPLETA
LOCURA, PELIGRO CONSTANTE, REGRESO A SALVO DUDOSO. HONOR Y RECONOCIMIENTO EN
CASO DE ÉXITO… NECESITO TRIPULACIÓN PARA BADWATER. Era un adaptación del original
con el que Shackleton buscó tripulación para
abordar el Endurance en la fatídica expedición a la Antártida a finales del
siglo pasado. Con este anuncio Shackleton llenó su barco con personas de ideas
afines y yo conseguí mi equipo para Badwater en menos de una hora. ¡Pobres
almas descarriadas!
Javi Woolley: Mi hijo de 15 años. Hace 3 años su
hermana mayor Laura tripuló para mí en
el primer Badwater cuando tenía esa misma edad. Javi disfrutó inmensamente con
la idea de ir al desierto más caluroso del mundo. ¡Secretamente disfrutaba con
la idea de patear el culo de su padre para variar! Creo que lo más importante
que se puede legar a los hijos son experiencias. ¡Y Badwater es sin duda una experiencia!
Jari
Nyman: Un querido amigo desde hace 25 años. Solía entrenar a lo bestia con Jari
en el gimnasio hasta que nuestros intereses deportivos se separaron. Jari es
ahora uno de los mejores artistas marciales de Jeet Kun Do del mundo y le
fascinaba el ultra maratón de Badwater. ¿Qué fue lo que llevó a estas personas
a estos extremos?, se preguntaba, ¿qué les permitió seguir adelante? Sólo había
una manera de averiguarlo y era unirse a
la tripulación.
Stephen
Sutton: Otro buen amigo de mis días en la universidad. Stephen es un magnífico
deportista y en la facultad pasamos muchos, pero muchos momentos juntos escalando
y haciendo alpinismo, cuando en realidad deberíamos haber estado estudiando.
Nos metimos en tantos líos juntos que es un milagro que los dos estemos todavía
vivos para contarlo. Compartimos casa juntos, pero perdimos el contacto hará
unos 20 años. Tras encontrarnos otra vez en Facebook, ¿qué mejor manera devolver
a vernos que hacer la Badwater?
Jup
Brown: Conocí a Jup el año pasado durante The
High, una ultra carrera de 222 kms en el Himalaya indio. Vió por casualidad
que tenía una plaza vacante para Badwater y se puso en contacto un par de semanas antes de la carrera
por si también podía sumarse a la fiesta. De inmediato le dije que sí. A pesar
de que no conocía a Jup de mucho sabía que encajaría a la perfección, habíamos
pasado 3 semanas juntos en el Himalaya y me bastaron para saber que es un
artista de primera en condiciones extremas. Se le puede reconocer al instante, es
el kiwi blanco pálido con largas rastas rubias y quemadura solar crónica.
Vicente Vertiz: Vicente es un amigo cercano de
muchas batallas ultra, incluyendo mi primer Badwater. No pudo venir este año,
pero fue parte del equipo desde el principio y se merece su mención. Algunas semanas
antes de la carrera fue operado de un ojo con complicaciones que le obligaron a quedarse en casa. Sé que
estaba decepcionado, pero cuento con todas las aventuras que todavía tenemos
por venir.
Luis Guerrero: Luis en realidad tenía plaza de
corredor en el Badwater de este año, pero tuvo que renunciar por compromisos de
trabajo. Cuando supo que mi equipaje se estaba retrasando me envió rápidamente un
paquete de material para la carrera, incluyendo zapatos de mi talla, a través
de otro corredor mexicano. ¡Luis no estaba allí en persona, pero era sin duda del
equipo! Dice el refrán que se necesitan amigos hasta en el infierno. ¡Bueno,
ahí estaba yo a las puertas del infierno necesitando a mis amigos! ¡Muchísimas
gracias Luis!
Al comienzo de la carrera, en la salida de las 8:00
AM, la temperatura ya era bastante alta y tras la cuenta atrás estábamos en camino. Todos con nuestro propio
viaje personal por delante y cada uno con su propia motivación personal para
hacerlo. La mía era pintar el arte perfecto, expresar el perfecto movimiento
del cuerpo; la carrera perfecta. No me refiero a ganar o llegar antes que
otros, ni siquiera a correr particularmente rápido. Lo que esto significa para
mí es que lo hago de una manera sumamente elegante y al máximo de mi capacidad.
Significa que mantengo todo bajo control y simplemente fluyo a través del
valle, totalmente sintonizado con la naturaleza y profundamente conectado a mi
alma interior. Significa que encuentro la paz absoluta mientras corro,
completamente desconectado del mundo. Sólo importante el momento presente. Sin
embargo, una criatura mítica que algunos se atreven a comparar con un dragón,
iba a hacer todo lo posible para que no fuese así.
El inicio de la carrera fue muy agradable, bastante
tranquilo a pesar de las temperaturas cada vez más altas. De hecho, a las 8.00
horas ya estaba quite hot (bastante
caliente), algunos grados por encima de la temperatura corporal, no habiendo
pasado siquiera por la fase a bit hot
(algo caliente). Era un buen momento para hablar con otros corredores y pasé un
rato muy agradable conversando con Ian Hughes de Escocia, Dave Clark, Seow Kong
Ng y algunos otros que estaban corriendo más o menos la misma velocidad que yo.
Hasta Furnace Creek no se permiten los pacers,
pero después de ese pueblo sí, y Jari, ansioso por probar este juego de correr
por el Valle de la Muerte salió a la carretera para correr a mi lado. No estoy
seguro de quien estaba disfrutando más, él o yo. Pero esa es la esencia de
Badwater, ya sea corriendo o en la tripulación, todos tienen una experiencia que
está fuera de este mundo. Todo es tan intenso, tan inmediato. Steph y Jup
salieron después y todo el mundo parecía estar asombrado y alucinando al darse
cuenta de dónde estaban, lo que estaban haciendo y que todo eso estuviese
sucediendo aquí mismo, ahora mismo en el Badwater Ultra maratón en las
profundidades de la fosa del Valle de la Muerte.
Es posible que te preguntes cual es la diferencia entre
a bit hot y quite hot. Hago este inciso en mi lengua adoptiva para que no se
pierda el giño que escribí para los lectores estadounidenses (de paso os doy una pequeña lección formal en inglés
británico de calidad; después de todo, fuimos nosotros los que inventamos el
lenguaje, tome usted nota, por favor). En Inglaterra diríamos que el Valle de
la Muerte es definitivamente a bit hot
(algo caluroso), la forma normal de decir que algo está caliente. A veces, si
hace un poco más de calor todavía decimos quite
hot (muy caluroso). Quite hot es
sin duda un poco más caliente que a bit
hot. Si la temperatura sube aún más
y hace más calor todavía, tendríamos entonces que referirnos a ello simplemente
como jolly hot (caliente de cojones, ¡creo
que se expresa aún mejor en castellano!), y eso es lo más caliente posible. ¡Este
año fue sin duda un año caliente de
cojones en el Badwater Ultra maratón! Tal vez la organización de la carrera
debería adoptar esta terminología ya que es mucho más fácil de usar y entender
que todos esos grados que sólo sirven para liar la cabeza.
Al aproximarnos a Stovepipe Wells, después de unas
40 millas y después de mantener un ritmo sumamente cómodo y uniforme desde el
principio empecé a sentir el calor. A pesar de los intentos fervientes de la
tripulación por mantenerme fresco mojándome
y poniéndome hielo en la cabeza, el calor era simplemente brutal. Los fuertes
vientos levantaban la abrasadora arena amarilla de las dunas y azotaba los
corredores que intentaban hacer su camino a través del valle. Tiré hacia abajo
de la visera de atrás de la gorra en un intento inútil de proteger mi cara pero
era en vano, la arena quemaba igual y el viento quemaba aún más. Estábamos en
un auténtico horno de convección, me sentía como si me estuvieran cocinando.
Stephen estaba conmigo en ese momento, me seguía un par de metros atrás y
recuerdo que le decía que deberíamos frenar un poco. Cualquier intento de forzar
el ritmo bajo esas condiciones podría dar lugar a una catástrofe. Stephen
estuvo de acuerdo y se desaceleró a un paseo a paso ligero. Pero todavía hacía
mucho calor y continuaba cocinándome.
Caliente de cojones significa precisamente
eso, caliente de cojones y como acabo
de explicar eso es lo más caliente posible. Caliente
de cojones.
¡Y entonces fue cuando me encontré con el balrog!
Mira, no se conoce a un balrog todos los días y, créeme, realmente uno no
quiere. El balrog es una criatura pestosa y malvada ya por sí, y para colmo éste
estaba muy enojado y me sopló fuego directamente a la cara. Supongo que se
había cabreado porque los demás corredores no le prestaban mucha atención o tal
vez sólo tenía un mal día, recordando la paliza que Gandalf le había dado en
las minas. De todos modos no le hice caso y seguí adelante, cosa que sólo sirvió
para empeorar su cabreo. A los balrogs no les gusta ser ignorados. Respiré un
poco más con la intensidad de su puro fuego cayendo sobre mí y caí inesperadamente
al suelo del desierto. Estaba total y completamente aturdido. No lo vi venir.
En un unos pocos minutos pasé de estar completamente en control, de sentirme en
la cima del mundo, a ser un guiñapo arrugado y patético en el asfalto. En carreras
pasadas, cuando he tenido un problema grave siempre lo he presentido con
anterioridad. Si no hacía caso de la advertencia pagaba las consecuencias, si prestaba atención y ajustaba los
parámetros navegaba más o menos la situación. Pero siempre había algún tipo de
señal que me advertía de ello. Esto era muy diferente. Un momento estaba
perfectamente y al siguiente me vi en el suelo. Tal es la cruel ferocidad de los
balrogs. Me vino a la mente esa escena en la que el Terminator se cubre de
nitrógeno líquido. Trata de moverse y se le rompe la pierna, seguido de sus
brazos y finalmente toda la máquina cae al suelo. El Terminator, tan convencido
es de su propia invencibilidad, observa el proceso incrédulo.
Me levanté, traté de moverme, pero volví a caer.
Stephen estaba horrorizado. Lo intenté de nuevo, pero esta vez ya no tenía control
sobre la caída y me derrumbé sobre la arena a la orilla de la carretera. Toda
esa encantadora ropa blanca que se usa en el desierto emborrizada de arena. Al
menos todavía estaba mojada, pero a la velocidad que se estaba secando no iba a
durar así mucho. ¿Y luego qué? Sin el efecto del enfriamiento de la ropa mojada
el proceso de cocción comenzaría en serio y entonces continuaría con la momificación.
¡Yo no quería momificarme! ¿Dónde diablos estaban los tripulantes? Estábamos
justo en una curva y la tripulación, aunque sólo un par de cientos de metros más
adelante, estaba fuera de vista. Ellos tampoco podían vernos y no tenían
conocimiento del desarrollo del drama. Me habían estado revisando con
diligencia cada milla, lo que parecía un montón. De hecho, parecía excesivo.
Nadie, ni siquiera yo, tenía la menor idea de que esto podía pasar. No habíamos
tenido ninguna advertencia.
Conseguí incorporarme y sentarme sobre la arena allí,
incapaz de nada. Stephen se encontraba en un dilema, no sabía si dejarme y
correr a por el resto del equipo o simplemente descansar junto a mí protegiéndome
del sol con su sombra. Otro corredor pasó; no sé quién. Stephen le pidió que
alertase a nuestra tripulación. A continuación pasó otro corredor más y Stephen
dijo lo mismo. Pero lo más extraño de todo esto es que de cabeza yo estaba 100%
coherente. Entendía perfectamente lo que estaba pasando, era mi cuerpo el que no
respondía. Pero eso también era un problema, porque sabía lo que significaba y
eso me daba miedo. ¡Si no me refresco pronto entraré en un estado muy peligroso
y sentado en el suelo del desierto no había manera de refrigerarse! Estaba
completamente indefenso, necesitaba que me rescataran. No era un pensamiento
cómodo. No era la carrea perfecta. No era el arte perfecto.
Después de lo que pareció una eternidad, en realidad
sólo unos pocos minutos, la tripulación se detuvo y me subieron al coche como a
un saco de patatas. El aire acondicionado estaba a tope y me fueron cubriendo con
hielo. Donde podían meter hielo lo metieron. Dondequiera que el hielo se
resbalaba colocaron bolsas grandes y me empapaban con toallas de agua helada.
Ahora tenía frío, quiero decir mucho frío, otra sensación jodidamente
desagradable, pero la movida funcionó y la temperatura corporal comenzó a bajar.
Unos minutos más tarde me estaba viendo un médico. A menudo esto no se dice,
pero los médicos de Badwater son
absolutamente impresionantes. Hacen un trabajo magnífico detrás de la escena.
En ninguna carrera de las que he hecho he visto médicos tan eficientes, tan
profesionales y serviciales. Normalmente en un estado así te habrían retirado,
pero no en el Badwater. Tratan de ponerte en forma lo suficiente como para que
vuelvas a la carrera, para que acabes. Los médicos en Badwater no te compadecen
sino que te arreglan, te dan una pata en el culo y te dicen que vuelvas a la
carretera. Ellos nos entienden y por eso les estoy eternamente agradecido.
Todavía tenía la tensión arterial baja debido al
golpe de calor, aunque la temperatura corporal ya era normal. El médico me
había dado la orden de entrar en el hospital de campaña Stovepipe Wells, que
estaba a sólo a un par de kilómetros y Jup quería que plantáramos la estaca,
pero yo me negué y me acerqué al hospital andando poco a poco, descansando cada
medio kilometro hasta que estuve allí. Ya no había ni rastro del balrog a pesar
de no haber bajado la temperatura. Sólo puedo suponer que estaba pensando que
me había ganado y se habría ido a cazar a otros corredores. Es una criatura muy
cruel, me deslicé en silencio para que no me viera; de hecho no nos volvimos a
encontrar, así que supongo que tuve suerte esa vez.
El hospital de campaña de Stovepipe Wells era una masacre.
Había corredores y miembros de distintas tripulaciones por todo el lugar y me
consoló saber que no estaba solo. ¡No era el único con un choque térmico, o perseguido por un balrog! Algunos incluso
parecían cocinados por el aliento de un dragón, pero los dragones no son reales,
¿verdad? Me registré con un médico y me comprobaron la tensión entre otras
cosas. Efectivamente aún la tenía muy baja, no entendían como había llegado
hasta allí por mi propio pié. No pongo los números aquí porque dan miedo, pero
los que estaban conmigo saben. Los médicos hicieron preguntas detalladas, entre
otras cosas sobre mi consumo de sal y luego nos dieron la noticia: ¡sólo estaba
tomando la mitad de sal que debía! Habíamos seguido las instrucciones de la
botella con diligencia, pero el calor en Badwater es tan intenso que deberíamos
haber duplicado las cantidades. Me dieron a beber una solución salina que debe
ser una de las bebidas más desagradables que he probado en toda mi vida, pero
sin duda hizo su trabajo. La presión arterial volvió a la normalidad y la vida
comenzó a fluir de nuevo por el cuerpo de este viejo perro. Habían golpeado al
perro, sí, pero no estaba derrotado. Durante este tiempo la tripulación estuvo
siempre conmigo, se turnaban para obligarme a beber aquel asqueroso líquido.
También se tomaron un tiempo para refrescarse en la piscina al otro lado del
patio, que también fue un acierto.
A las 3 horas de la llegada al hospital todo volvió
a la normalidad: tenía trabajo por hacer. Así, a medida que más personas
llegaban para ser vistas por el personal médico, dejé la cama y salí junto con
la tripulación a caminar por la colina hasta Towns Pass. Me sentía mucho mejor,
más vivo. De hecho, me sentía igual que sólo unos minutos antes del encuentro
con esa asquerosa y desagradable criatura del mito. Me sentía genial. Todo el
mundo tiene sus fortalezas y debilidades y el calor extremo es, obviamente, una
de mis debilidades, pero la capacidad de recuperación y de rebotar tras una
crisis siempre ha sido mi fuerte. ¡El balrog no contaba con eso! A pesar de
este incidente, nunca (pero nunca de verdad) me planteé que no podría terminar.
Aunque era evidente que no iba a hacer una buena marca, no se me pasó por la
cabeza que todo hubiera terminado. Los ultramaratones funcionan así, hay
problemas. La cuestión es cómo hacer a esos problemas y esto es lo que marca la
diferencia. Sí, Woolley, levántate del suelo y a empezar de nuevo, es tan
simple como eso.
Ahora el equipo era un equipo con una misión. Estaban
aún más resueltos a llevarme a meta que nunca. Durante la primera parte de la
carrera me habían dejado pensar que yo controlaba mi destino, pero ahora no
ocultaban que las decisiones las iban a tomar ellos. Mi trabajo era correr y
meterme en la boca todo lo que me iban dando, ¡y eso significaba pastillas de
sal! ¡O no, qué asco! Realmente odio las pastillas de sal y las pastillas de
sal me odian a mí. Es por eso tomo la sal en solución, pero a la concentración
recomendada por los médicos esto no era posible, así que no había más remedio que
tomar pastillas. Mi estómago todavía se sentía un poco delicado después del
incidente anterior, así que al forzarme a tragar una pastilla de sal el
estómago se rebeló rápidamente y la humedad del suelo del valle subió pero que
mucho.
Vomitar de esa manera me hizo sentir más fresco,
pero dudo que el sentimiento se extendiese a la tripulación, que limpiaba vómito
de sus calcetines y zapatos. Parecían un poco perplejos, sin saber qué hacer,
pero me dejaron seguir de todos modos. Alrededor de una hora más tarde Javi me
detuvo y me hizo tomar otro comprimido de sal. Creo que estaba disfrutando la completa
inversión de los roles, el momento en que daba órdenes a su padre, que no tenía
más cajón que seguirlas. Pero fue en vano, al instante vomité otra vez,
salpicando de pequeñas gotas la camisa de Javi. Eso sí que era un cambio de
roles, ¿cuántas veces ha vomitado sobre mí cuando era un niño pequeño? Un punto
para el de este lado. Puro karma.
Subí la cuesta más y más, acompañado en el camino
por Jari, Jup y Stephen, que hacían de marcapasos. ¡Dios mío, estos tipos
trabajan duro para conseguir que siga adelante. Cayó la noche y lo mismo
hicieron las temperaturas y en un momento Javi salió a pasear conmigo y
disfrutamos de un raro momento de padre e hijo en ese lugar desolado, seco.
Luego le tocó a Stephen administrar la temida pastilla de sal. Esta vez Stephen
sonrió y se quedó fuera de rango al pasarme el pequeño ladrillo blanco
ofensivo. Los otros ni se acercaron.
Es difícil de explicar: yo había llegado a temer la
pastilla de sal tanto como al balrog del valle e intentaba tragarla únicamente
por agradar a la tripulación, aunque aquella puñetera pastilla era capaz de descarrilar
lo que quedaba de mi intento de terminar Badwater. Así que ahí está la pastilla
flotando en mi boca, rodeada de agua, mientras me preparo rigurosa y
mentalmente para digerirla. Quiero decir que tenía que mentalizarme más para
tragar una pastilla que para empezar la carrera. ¡Uno, dos, tres, vamos! Errrr;
no, no… Sólo tengo que controlar ese reflejo de vómito tan bestia que tengo y
me la trago… No… Ok, vamos a intentarlo de nuevo: uno, dos, tres… ¿estás fuera
de la trayectoria, Steph? Esto se estaba convirtiendo en una batalla épica
dentro de la batalla principal; Woolley contra de la pastilla de sal, pero con
la misma disciplina de hierro forjado que iba a llevarme hasta el final me las
arreglé para tragar al desagradable pequeño bastardo y lo más importante, me
las arreglé para controlar el vómito. Os parecerá cosa de risa, pero este
pequeño acontecimiento requiere más disciplina mental que volver a la carretera
después del choque térmico.
Finalmente llegamos a la parte superior de Towns
Pass y con la cumbre llegó una vez más la sensación de controlar los acontecimientos.
Sabía que no era yo el que realmente
controlaba, mi equipo y sobre todo mi hijo me habían dejado eso muy claro, pero
me gustaba jugar a creerlo. Así que decidí echarme una siesta de 15 minutos en
el asiento trasero del coche. ¡Les voy enseñar quién es el que manda aquí, sí
señor! Después de la siesta me sentí muy descansado y luego vino el ingrediente
mágico. Cogí el reproductor de mp3 y con Rime
of the Ancient Mariner (La balada del
viejo marinero) de Iron Maiden en
mis oídos me conecté a la fuente de energía oculta que mi cuerpo reserva precisamente
para estos momentos y empecé a correr. Os juro que yo les debo un gran favor a Bruce
Dickinson y Steve Harris, ¿serán conscientes de que me devolvieron a Badwater
cantando unas melodías acompañados por el ritmo pulsante del bajo? Probablemente
no. Tal vez les escriba para hacerles saber que una de sus canciones me salvó
la Badwater. La música rock instantáneamente tocó mi alma y la despertó, me
ayudó a conectar con el animal interior y luego dejó de rasgar.
He descrito este animal en detalle antes, así que no
voy a repetirme aquí, pero es una criatura maravillosa, una bestia primitiva
que vive en lo más profundo de cada ser humano vivo. Es parte de nuestro pasado
ancestral y la única manera de conectar con él es romper las capas
superficiales en las que vive. Los ultramaratones son buenos para perder estas
capas, pero en Badwater se desnudan con una sierra de cinta. En Badwater, si
uno no sabe cómo conectar, simplemente no puede sobrevivir allí. Badwater
reduce todo a lo primitivo y nos encanta precisamente por eso. Para eso hemos
venido, ¿no? La bestia vino en mi ayuda la última vez que estuve aquí y aquí
estaba otra vez. La majestuosa sensación de poder puro sin adulterar en las
piernas y el cuerpo, acompañada de la música rock era simplemente demasiado
para poder resistirse y dejé que el momento me poseyera. Corriendo y corriendo
muy fuerte cuesta abajo empecé a pasar a otros corredores. Ah, y la Coca-cola
fría también ayudó. De hecho, empecé a
sentir pena de la mayoría de la raza humana, de todas las personas que viven
sin poder acercarse a esta criatura, sin saber de su existencia salvaje. Tantas
personas en el mundo y tan pocas llegan a experimentar este sentimiento, esta
conexión con lo mágico, lo que reside en las profundidades del tiempo, pero que
se puede encontrar en cualquiera con vida si están dispuestos a buscar. Si
estás leyendo esto y eres un corredor de ultra distancia sabes de qué estoy
hablando. Si eres un veterano de Badwater has pasado por aquí también.
Al llegar al siguiente valle de Panamint el sol no
había salido a la superficie todavía y le pregunté a la tripulación si podían
prepararme un café caliente recién hecho. Bueno, todos hemos tomado buen café
alguna vez, y probablemente el café que me hicieron no pasaría una prueba de
calidad del Starbucks, pero os juro que para mí era el mejor del mundo. Perdón,
no quiero mentir, era el mejor de todo el maldito universo. Me senté en la
silla a beber aquel precioso líquido marrón oscuro mezclado con partículas de
polvo y arena del desierto. Mientras
miraba pasar a los otros corredores, veía cómo el sol se deslizaba suavemente
por encima del horizonte y hacía sentir su presencia majestuosa llenando los
valles de una luz naranja-amarillo. No me importaba que otros corredores me pasaran,
sabía que iba a pasarles de nuevo más tarde, pero incluso eso no importaba. Me
sentía en paz conmigo mismo y sólo me preocupaba apreciar el café y ese momento
tan especial.
Nos registramos en el control de Panamint y luego
empezamos a caminar a paso ligero cuesta arriba. La cuesta hasta el punto de
Padre Crowley es lo suficientemente fuerte como para justificar el powerwalking. Existe un gradiente
particular cuando es más eficiente caminar que correr y esa colina es precisamente
ese gradiente. Jup, Jari y Stephen se turnaban para salir al camino conmigo y
Javi se deleitaba parándome cada media hora para obligarme a tomar las pastillas
de sal. ¡De aquí no se pasa a menos que una pastilla de sal se consuma!, Javi
estampaba sus pies en el suelo delante de mí y me presentaba aquel pequeño
horror blanco. Cada vez que tomaba el comprimido se alejaban todos y me dejaban
batallando con el estómago para no vomitar. Sólo cuando terminaba Javi me
dejaba pasar y la carrera continuaba. ¿Os he contado que odio las pastillas de
sal?
La cuesta llegó a su fin bastante rápido y el tramo
flojo que siguió fue pura delicia. En algún lugar a lo largo de esta carretera,
antes del puesto de control de Darwin, he descubierto un nuevo tipo de
combustible para cohetes de resistencia. ¡De verdad que esto habría que
patentarlo! Es la energía más poderosa y rica de combustible ultra-corredor del
planeta. Se compone de un poco de pan blanco (altamente procesado y sin nada
de fibra; ya sabes, la cosa saludable) empapado, y me refiero a empapado, en
aceite de oliva. En serio, quiero decir realmente empapado. Entre el pan hay
algo de pechuga de pavo y luego viene el ingrediente mágico: algunas papas
fritas al queso con guindilla. El aceite de oliva se me escurría por las manos
mientras comía, pero lo bueno del aceite de oliva es que se puede usar de
lubricante también y se ahorra en Vaselina. Esto sí que es grande, un sándwich
que se puede usar para lubricar y comer a la vez es un auténtico invento. Se
inventan algunas cosas chulas durante una carrera, ¿eh? Esto debería formar
parte del kit de todos los corredores del mundo. Pero lo más importante fue la
enorme cantidad de energía que aportó, y que me mantuvo a tope hasta el final.
Ah, y un poco de Coca Cola con cubitos de hielo también.
Desde el puesto de control en el paso de Darwin hasta
Lone Pine hay un muy, muy largo tramo de carretera recta y sin fin. Se puede
ver todo al desnudo frente a ti y el final nunca se aproxima, no importa cuánto
corras o a qué velocidad. Lo bueno es que durante la mayoría del tiempo se
puede ver Whitney y eso significa la línea de meta. Fue durante este último
tramo que me encontré y pasé a muchos otros corredores, incluyendo a mi amigo
Seow Kong de Malasia, al que había conocido en el Himalaya el año pasado. Esto
se debió en buena parte a la atención impecable que estaba recibiendo de mi
tripulación. Realmente eran increíbles, se turnaban para seguir mi ritmo,
especialmente Jup que me acompañaba a cada poco, y me iban refrescando con agua
fría pulverizada. Esto ayudó enormemente. Incluso las temidas pastillas de sal comenzaron
a entrar en el sistema sin dar una queja y el equipo ya no salía corriendo a
buscar refugio cuando tomaba una. Obviamente tenía este asunto bajo control.
Desde Lone Pine hasta el portal de Whitney hay una larga
cuesta, y cuando digo larga cuesta quiero decir muy larga. Realmente sigue sin
parar y ahora con la noche cayendo y la montaña deslizándose lentamente en la
oscuridad se hizo difícil no sólo calcular las distancias, sino también distinguir
la carretera. Stephen salió a pasear conmigo un par de millas y después lo hizo
Jari. La compañía fue estupenda y charlamos sobre las cosas que se nos iban
ocurriendo. Caminaba con energía y progresé a un ritmo decente. Había estado corriendo
todo el día, lo que compensaba un poco el tiempo perdido debido al choque
térmico de la tarde previa y fue en este punto cuando mis piernas comenzaron a
sentir cansancio por primera vez. Finalmente Jup se unió a mí en la marcha para
meta y las sombras oscuras empezaron a formar imágenes extrañas en mi mente.
Las grietas en el camino se convirtieron en largas serpientes alargadas e
incluso vimos una bruja de nariz torcida con un sombrero y un palo de escoba en
un punto. Pero no vi más al balrog. Eso fue una buena cosa y me alegró que se
hubiera quedado en su foso de fuego en las profundidades del Valle de la
Muerte. Por cierto, si estas interesado en verlo, es muy probable que lo
encuentras en las afueras de Stovepipe Wells, al acecho y de mal humor en las
dunas de arena. Pero ten cuidado, porque es una criatura diabólica y
desagradable que no se toma a la ligera ser molestado. Las alucinaciones eran
maravillosas y Jup y yo hablábamos sobre lo que estábamos viendo, lo que era
bastante surrealista porque él estaba viendo las mismas cosas que yo. La falta
de sueño te juega pasadas así, ya sabes.
Entonces de repente, cuando pensaba que ni siquiera
habíamos hecho la tercera parta de la cuesta, nos tropezamos con el último
punto de control antes de meta. ¡Guau!, ¿estábamos realmente aquí ya? Tomé un expreso
Starbucks de una pequeña latita ya que las alucinaciones provocados por las
grietas del camino estaban jugando demasiado con mi cabeza. Funcionó
perfectamente y se aclaró la niebla. Después de aproximadamente una milla, Javi
se cambió con Jup y me acompañó durante el último par de kilómetros hasta la
meta. ¿Cómo puede un padre quiere más? ¡Terminé la Badwater con mi hijo de 15
años y eso realmente mola!
El resto de la tripulación se unió a nosotros a unos
100 metros antes de la meta con todas las banderas nacionales en la mano:
británica, inglesa, española, finlandesa y neozelandesa; nos abrazamos y
cruzamos la línea juntos. Habíamos terminado la Badwater en 40 horas 53 mins.
Reflexiones
Durante un par de días de tu vida te tratan como a
una princesa, y al final todo el mundo te alaba, canta tu gloria y te dan una
hermosa hebilla de cinturón. Todo el mundo piensa que los corredores son los
héroes de todo esto, después de todo son los que hacen la carrera, pero tengo una
noticia que daros: es falso. Los tripulantes son los verdaderos héroes, ya que
son ellos los que realmente hacen todo el trabajo. Lo único que tienes que
hacer es correr y esa es la parte fácil. Ni siquiera tienes que pensar, ya que el
equipo lo hace por ti. Y todos sabemos lo difícil que es pensar, ¿verdad? ¿Y
qué reciben a cambio? Un poco de pizza gratis y un par de cervezas. Bueno, el
año siguiente y el siguiente estaré de vuelta, no para correr, pero para
trabajar en una tripulación y entonces podré contaros cómo es. El año que viene
voy a tripular para Luis Guerrero, suponiendo que él consiga su plaza, y luego
al año siguiente para Jup Brown. Tengo que volver a poner lo que he tomado. Eso
es karma.
Así pues, dedico esta pequeña historia primero a mi
propio equipo de apoyo maravilloso e increíble, y después a todos los equipos
de apoyo que hay en Badwater, porque son ellos los que en realidad consiguen que
esas pequeñas princesas crucen la línea de meta.